
«Nuestra cultura occidental no da importancia a ciertos conocimientos básicos, como el hecho de respirar.
La tradición hindú hizo del acto de respirar una ciencia: el pranayama, en que se entiende que la profundidad, el ritmo, las fases de la respiración producen un efecto sobre el ser humano integral.
La respiración es utilizada para tranquilizarse activarse, concentrarse, armonizarse. Y se la entiende como un acto que va mucho más allá de la toma de oxígeno y expulsión de anhídrido carbónico, puesto que al inspirar integramos una energía vital, el prana, que se distribuye por todo el sistema físico, nutriendo y vitalizando el cuerpo y la mente.
De ahí que muchas enfermedades físicas y psíquicas encuentran su origen en una mala respiración.
De acuerdo con este conocimiento, trabajado a través de milenios, los efectos inmediatos de una respiración deficiente son irritabilidad, cansancio y estrés, puesto que el respirar afecta directamente al sistema nervioso.
Respirar es una vivencia microcósmica que le recuerda a nuestro inconsciente los pulsos naturales de la vida. Quizás, para recuperarlos, podríamos comenzar por actos tan simples como volver a prestarle atención a nuestra respiración».
Respirar la vida, de Patricia May en su libro «Ando lento, sabiduría para tiempos confusos»
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